miércoles, 11 de mayo de 2011

A kind of Magic


A grandes rasgos, la Humanidad podría dividirse entre aquellos que creen que el hombre ha sido creado por los dioses y otros que creen que los dioses fueron creados por los hombres. Más allá de las connotaciones filosófico-histórico-sociales que estas dos líneas de pensamiento puedan tener, subyace una gran diferencia: una de ellas acepta la presencia de un ente superior a los seres humanos, afirma la existencia de lo sobrenatural.

Desde un punto de vista puramente racional, podríamos suponer que, aunque existan hechos que la ciencia aún hoy no puede explicar, sí lo pueda hacer en un futuro. O podríamos aseverar que el ser humano es un animal social y que, cuando se siente excluído de la sociedad, necesita de lo sobrenatural (un dios, un santo, una virgen) para acudir en momentos de necesidad.

Pertenezco al s. XIX y aún así, me desborda el proceso de la fotografía mecánica. Comprendo la cultura faraónica del Antiguo Egipto, pero a pesar de haberla estudiado con detenimiento, me sigue maravillando. Quizás sea muy ingenua, pero a lo que nunca renunciaré es a creer en la magia.

Y me refiero a la magia real, a la sobrenatural, no a la que se realiza en cumpleaños y comuniones. Esa magia que se produce cuando algo inexplicable sucede ante nuestros ojos. ¿Quién no ha levantado la mirada al cielo estrellado en busca de respuestas? ¿quién no se ha adentrado en un bosque y ha sentido una presencia primitiva?

Quizás las religiones ahora imperante nos han defraudado y ya no nos sean atractivas: una exige continuo sacrificio y vagar por el desierto, otra ofrece salvación gracias a un pobre crucificado, otra te garantiza un palacio con muchísimas jóvenes vírgenes. Me gustaría que algún gurú echara la vista atrás y recuperara los antiguos panteones: un Zeus descomunal, sólo ofrece su amor carnal. Una Hera despreciada que garantiza venganza; una Afrodita que predica amor, un Ares que se encarga de pelear todas las guerras existentes, un Hermes que sustituya los sms y nos mantenga informados sobre nuestra familia y amigos.  Si la mitología griega está muy manida, propongo la nórdica: podemos optar por un Odín eterno protector de los suyos, a sus hijas las Valquirias para que lleven las almas de todos los muertos a un sitio mejor, o a Thor para que asegure las cosechas y nos maraville con su martillo.

Os aseguro que mi visión de la vida no es en ningún momento funcionalista ni extramadamente anacrónico. Simplemente deseo una mejor calidad de vida, una que no ponga barreras entre lo conocido y lo aún por conocer. Una vida que recupere aquello que la hace especial: la magia que desciende de las estrellas o la que vibra en la humedad de un bosque.

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